“Calla niña, sé joven y aprende de nosotros.” Filosofía espuria, imágenes confusas y desconectadas eran las insignias de su enseñanza.
¿Cómo pues…?
¿Cómo pues se explicaría que no le bastó romperle a mazazos el esqueleto a su protector y más cercano espíritu?
¿Y cómo entonces…?
¿Y cómo entonces entenderíamos que mantuvo silencio mientras el Rey excomulgaba de su tierra a aquel inocente traidor y malhabido ser?
Pero verán…aún no cabe para ciertas mentes insolubles que ella destruyera su valor, su conciencia y lo que era por el llanto de un imbécil atiborrado de su proceder.
-No- dirán -¡incomprensible!-
Y lo dirán mientras se revuelcan con su cereal y su sopa.
Pero ni sopa ni cereal regresarán a la boca de aquella dama, no sin que estén condimentados con algo o mucho de su autodesprecio.
“Ve a tu cuarto, insolente. Deja de lloriquear y haz tu tarea.”
Sí, pudo ser eso.
Pudo ser que se entregaba a la tarea del día anterior cuando el gusano llegó arrastrándose ante su pupitre.
-¡Aplástame!- le dijo.
-Déjame tomar tu pie y dejarlo caer sobre mi miseria. Después podrás continuar con tu demencia.-
-Ah, por cierto, y no se te olvide realizar el sueño que estoy a punto de destruir.-
Tomó un papel mojado, escribió incoherencias resguardadas hasta entonces bajo su carne exterior y lo entregó a su hermana banana.
-Te lo doy mojado para que te lo exprimas en la cara y finjas que son tus lágrimas. Así no sospecharán de tu crimen.-
…Que también era su crimen, y también su estupidez sublimada.
Solemne fue su muerte, y no menos pomposo y güegüensiano el funeral.
Ahora la niña, la joven risueña, dulce, suspirante, y por lo mismo, idiota de nuestro tiempo, desea curar a niños deprimidos.
Sólo suerte y olvido le podemos desear.
Managua, 09 de septiembre de 2008.
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