lunes, 30 de marzo de 2009

Si no puedo decir mi gran vulgaridad, de qué me río

si no puedo gritar a quien me desprecia, a cuánto me vendo

y patear a los desconocidos

azotar a los indiferentes

apalear con púas y pinos a los que no me dan la vista

ah, y recostar contra el paredón a quienes me han ofendido.


El aislamiento crece cada día

las probabilidades de sacar la cabeza en medio del lodazal se desvanecen

¿de qué otra tengo pues

que dejar bastante clara y fétida mi gran vulgaridad solitaria?


No me reduciría yo a menos,

no dejaría de aspirar a más

¿Y, por qué no, ser inminente, llegar más allá de los titulares del firmamento?


Eso o desaparecer,

o hacerles cosquilleos,

o hacerles la tarea que dejaron para después del mediodía,

eso o quemar las escaleras por donde bajarían los medallones del aparente,

eso o hartarme mierda hasta que yo mismo me haya despedido.


Cinco, seis, siete

no huelo a nada.

¿A qué hueles?

Huelo a mi moco atascado que no deja de entrar los olores.

Dicen que huele a miel.

Yo digo que huelo a algo que no puedo percibir.


Quizás por eso ya no me río,

sino que estallo,

me despilfarro y me vuelvo a hacer,

la acribillo en el pensamiento y la vuelvo a encontrar.

Póngame precio.


Debo irme.

Tengo que estudiar.

Sergio X. Palma. Lunes 30 de marzo de 2009.

viernes, 13 de marzo de 2009

De la estupidez y sus cualidades

Entra por uno de los lados una mujer (1), sus vestimentas son sencillas, camina rápidamente, en su mano izquierda trae un libro abierto, el cual lee mientras continúa, en la otra una taza llena de café caliente, no mira hacia delante y su vista está totalmente concentrada en la lectura. Por el otro lado entra un hombre (2), que camina en sentido contrario, se ve una expresión de enojo en su cara, de esas que dan a entender que no sabe lo que hace en el momento, mira fijamente hacia abajo mientras avanza, como si pensara en algo de mucha importancia. Como ninguno de los se da cuenta de lo que tiene delante, chocan al momento de cruzarse, el café de ella se derrama sobre él…

2: ¡Juemadre, hombre! ¡Que no te fijas dónde caminas! ¡Que eres estúpida acaso!

1: (Levanta el vaso, cosa que el hombre no hace, no es un caballero, lo queda viendo como extrañada) Disculpa…no fue mi intención. Pero… dos cositas: No soy hombre y tampoco tienes porqué llamarme estúpida.

2: Mira, ¡cállate!

(Lo interrumpe)

1: No te miro, te escucho.

2: (Al verse interrumpido y burlado, aumenta su enojo; de pronto pareciera que su cabeza está a punto de estallar) ¡¿Y tú quién te crees?! Primero me chocas a propósito para llamarme la atención (a parte) ¡la ofrecida ésta! (se dirige nuevamente a ella) y ahora te burlas de mí. ¡Como si yo tuviera tiempo para estas cosas! Sabes algo, pierdes tu tiempo conmigo.

1: (Al contrario de lo que sucedería normalmente, no se molesta, espera a que termine de hablar y responde con una tono de voz completamente calmado) Bueno…el tiempo se pierde sólo si uno así lo quiere, pues en vez de estarme diciendo hombre (a parte) ¡qué típico de los hombres! (a él), estúpida y ofrecida, eso si acaso crees que no te escuché, podríamos tratar como personas normales, hablar de cosas interesantes y con el tiempo formar una linda amistad: ¿no lo crees?

2: (Intentando contraatacar) Mira…(Lo interrumpe)

1: No te miro, te escucho.

2: ¡Oye entonces!

1: Tampoco te oigo, te escucho.

2: ¿Acaso no es lo mismo?

1: (Se pasa el vaso a la mano izquierda, donde también tiene el libro, y, moviendo el dedo índice de un lado a otro, responde) No, no lo es, porque todos los que escuchan oyen pero no todos los que oyen escuchan.

2: (Desconcertado, como un niño ingenuo ante un adulto elocuente) ¿Cómo es eso?

1: Verás: Es como con el accidente que acabamos de tener. La causa es que caminábamos, nos dirigíamos hacia un lugar mas yo, por estar leyendo y tú, como puedo suponer, por estar refunfuñando, no nos dábamos cuenta de ello. Lo hacíamos como si nos hubiesen programado. Lo mismo pasa cuando solamente oímos, pero no escuchamos.

2: (Aún más perdido que antes)………………... ¿Y, qué tiene que ver?

1: (A parte) ¡Es lo peor! Me llama estúpida sin darse cuenta de que él también lo es.

2: No creas que no te oí.

1: (A parte y con un tono desesperado) ¿Lo ven? Es un estúpido. Vuelve a caer en lo mismo. Dijo que me había “oído”, cuando en realidad me había escuchado. (Más desesperada) ¡¿Por qué será que la gente se ha resignado ha ser estúpida?! ¡¿Por qué, Dios mío?! ¡¿Por qué?!

2: ¿Es que ahora hablas contigo misma?

1: (Sin ganas) No, sólo decía que o eres o te comportas como estúpido. Dijiste…que me “oías”. Y ya te dije que el oír se hace involuntariamente, ya estamos programados para ello. Pero el que escucha entiende perfectamente bien lo que le dicen y conforme a esto actúa. (Cambiando repentinamente de tono y cara) Mas a propósito de lo de hablar consigo mismo… ¿te molesta?

2: Sabes algo...

(Lo interrumpe otra vez)

1: Bien, sé una que otra cosa. Pero si no me especificas qué es lo que debo o no saber, no puedo decir si lo sé o no. (Irónica) “¿Sabes?”: Ya te había escuchado ese “¿sabes?” antes, mas no quise decirte nada. Ahora veo que eres más estúpido de lo que creía.

2: (Más humildemente que antes) Tienes razón. No soy muy inteligente que digamos, pero no por eso tienes que decírmelo así.

1: ¡Pobre hombre! ¡No entiende! Quién ha dicho que la estupidez es la falta de inteligencia. ¡Al contrario! Ella es precisamente la que demuestra cuán inteligente eres.

2: No comprendí mucho de lo que dijiste, pero de lo que logré entender es que si soy estúpido, soy inteligente, es decir como tú, pero tú, siendo inteligente, no eres igual de estúpida que yo.

1: (A parte) ¡Ayyyy! ¡Dios mío! Dame un poco de paciencia. Ilumina la cabeza de este hombre. Ahora sé porqué el mundo va como va. (A él, hastiada y molesta) Lo que digo es que para poder ser estúpido primero hay que ser inteligente y, que mientras más inteligente seas, más estúpido puedes llegar a ser. La estupidez no es la falta de inteligencia, es tan sólo una de sus cualidades, una mala administración de ella. Es como la corrupción: Ésta no se da por la falta de gobierno, sino por que éste está, y valga la redundancia, mal gobernado. Y al igual que con ésta, mientras más grande es su estructura, en nuestro caso, el nivel de inteligencia, más amplia y profunda puede darse.

2: (Se queda mudo)

1: (Extrañada) ¿Qué te pasa? ¿Se te acabó la inteligencia?

2: (Sigue mudo y, después de un tiempo) Mira…escucha, quiero decir. Y, por favor, no malinterpretes ni analices científicamente, como ya me has demostrado que puedes hacerlo, lo que estoy a punto de decir. Creo no tener en este momento el humor o la capacidad de entender una palabra de lo que me hablas, pero puedes estar segura de algo: Si también eres así cuando tratas con alguien que no te cae mal, porque, supongo que lo haces por las estupideces que dije acerca de ti, y de paso te pido disculpas, es que estaba un poco enojado, entonces no es necesario ser un científico ni un estudiado para darse cuenta de que abochornas a todo el mundo con esos comentarios fuera de lugar, ¿sabes? Esto es lo único que puedo contestarte. Ahora, me daré la vuelta y me iré. ¡Hasta nunca!

1: (Pone una cara pensativa, y, antes de que él se aleje mucho, lo llama) ¡Hey!

2: ¿Qué quieres ahora? Creo que nuestra conversación terminó.

1: (Sonriente) ¿Quién ha dicho que me caes mal?

2: Nada más y nada menos que tus rebuscadas, cansadas y desesperantes palabras.

1: (No dice nada, la sonrisa se transforma en un ceño fruncido)

2: ¿Qué? ¿Es todo lo que tenías que decirme? Porque, ahora que recuerdo, antes de que mancharas mi ropa con tu café caliente, estaba muy enrabiado. Y recién empiezo a acordarme de qué es lo que me traía así. Entonces, si no te molesta, quiero volver a estar como estaba, y tú también deberías hacer lo mismo. Me voy y espero que donde quiera que vayas, te vaya muy bien, nos vemos.

1: ¡Espera!

2: (Se da la vuelta, espera que ella diga algo, mas está intranquilo, sólo quiere retirarse de allí)

1: Está bien, tienes razón en todo lo que acabas de decir, pero, “¿sabes algo?”: Por más que lo intentemos, será imposible volver a estar como estábamos antes. Déjame explicártelo y, por favor, ten la amabilidad de escuchar esto último antes de retirarte: No podemos regresar a lo mismo, eso ya pasó. Yo venía leyendo, tu pensando en algo desagradable, según pude notar, y chocamos. Entonces aún pidiéndote disculpas, fuiste todo un patán, pues me insultaste sin motivo alguno, incluso llegando a dudar de mi honra. Eso ninguna mujer lo puede perdonar, un hombre hace algo así y es: ¡Hasta nunca!, acompañado por supuesto de una buena bofetada. Sin embargo, no sé porqué, supe que estabas perturbado, tu mente se encontraba fuera de sí, por lo que me resigné a escuchar tus insensateces y luego, quise calmarte, poniéndote como un estúpido, mostrándote lo bajo que habías llegado, eso, aunque no te conociera, ni tuviera idea de si querías simplemente apartarme de tu vista o matarme. Y, contra todo pronóstico, logré mi acometido: sin saber quién eres ni qué es lo quieres, pude tranquilizarte y yo, aunque alejándome de mi lectura, que casi la considero sagrada, me sentí bien al saber que te habías relajado un poco, mas fue como si me cayera un balde de agua fría el que dijeras que querías volver a como estabas.

2: ¿Eso es todo?

1: No, no he terminado. El punto es que por muy poco que haya durado nuestro encuentro y la poca relevancia que aparentemente haya tenido, ha significado algo en nuestras vidas. Pero no me entiendas mal, no hablo de esas locuras obsesivas del amor a primera vista o cosas por el estilo, no. A lo que me refiero es que cuando dos personas, sin importar quiénes sean, se conocen, existe una infinidad de posibles relaciones que pueden darse entre ellas. Y yo, como verás, he llegado a la conclusión de que aún con toda la ira que todavía llevas dentro y de la forma en que me trataste, eres una buena persona.

2: (Espera un tiempo. Se pone triste o más bien alegre, pero sin poder expresarlo y casi con lágrimas en los ojos) Gracias…Nunca antes nadie me había dicho eso.

1: De nada. Y… ¿quién sabe? Tal vez nos volvamos a ver, tal vez no. Pero, no importa, lo mejor es que se lo dejemos al destino, aunque ni yo misma esté segura de su existencia, mas, en caso de que sí exista, entonces él sabrá que hacer. Y ahora, amigo, ahora sí he terminado. Hasta la próxima. (Se da media vuelta y se va por el mismo camino donde la había encontrado)

2: (Él, aún con la mente un poco ofuscada, se dice para sí mismo) Hasta la próxima.

(Y todo se acaba)

Sergio X. Palma. Martes, 11 de abril de 2006. Managua, Nicaragua.