viernes, 18 de diciembre de 2009

EL CONTRADICTORIO ENCANTO DEL CINE BUÑUELESCO


A inicios del siglo XX, las élites burguesas en el mundo “civilizado” reconocían en cada nuevo fenómeno sociopolítico el derrumbe de su realidad. Atrás han quedado los principios del liberalismo, el positivismo es insuficiente y la cadena del capitalismo se rompe por su eslabón más débil, Rusia, para convertirse en la primera república socialista , por lo menos así se pensaba hasta ese momento. A manera individual, nuevas teorías surgían. Como martillo que golpea sobre la roca la creatividad demostró la renovación de la mente humana. Así nacieron el cubismo, el dadaísmo, el ultraísmo, el existencialismo, y el surrealismo.

El surrealismo es expresión libre de los procesos de la razón, no necesita interpretarse a la luz de los parámetros de la lógica. Heredero de los dadaístas, el surrealismo es materia de discusión a partir de los esfuerzos de André Breton, cuya crítica se familiarizó con la de los comunistas y llevo al movimiento a politizarse. Después de todo, quien no lo ha hecho.

España, crisol de nuevas tendencias, vería aparecer en la desintegración de su imperio y la pérdida del honor de la corona, una situación cada vez más desmoralizante. En 1898, la guerra hispano yanqui dio el golpe de gracia a la España imperial. En esa época de constantes convulsiones, de cambios hacia la ultraderecha y los movimientos nacionalistas y el descrédito de las instituciones liberales, nacería uno de los cineastas más influyentes del siglo XX y el máximo exponente del cine surrealista, Luis Buñuel.

A pesar de ser reconocido como un hombre de pensamiento de avanzada, su origen es en Calanda, un pueblo de realidad medieval, donde las distorsiones del tiempo se muestran en la sumisión de los criados y una economía de consumo. Pertenecía Buñuel a las clases acomodadas de la España moderna. Su padre, Leonardo Buñuel, se había enriquecido en Cuba.

Calanda representa en Buñuel el mundo con él que estaba inconforme. Él mismo lo describe así en su libro autobiográfico Mi último suspiro : “La vida se desarrollaba, horizontal y monótona, definitivamente ordenada y dirigida por las campanas de la iglesia” (Buñuel, 1982). Eso último sobre la disciplina clerical se revertiría en su historia como un ateísmo radical muy representado en sus filmes como anticlericalismo.

Buñuel es surrealista sin Breton. Es decir, fuera de la conexión política y sin compromiso. Él criticaba a la burguesía, pero no prescindía de la buena vida. Él era burgués, pero subversivo pensador. Criticón, se parece más a los reformista que a los revolucionarios. Aunque intentó dedicarse a las letras fue en el cine que alcanzó sus dimensiones de incomprendido o de complejo con Un Perro Andaluz (Buñuel & Dalí, 1928) y la Edad de Oro (Buñuel, 1930). Estos dos filmes son una crítica a las formalidades de la pasión y al mundo burgués, anquilosado y doble moral.

Aunque la temática del papel de la burguesía era continuamente abordado para ridiculizar esta clase en los filmes buñuelescos, formalmente se encarga hasta 1972 de él. Con la película El Discreto Encanto de la Burguesía (Buñuel, 1972) se muestra las contradicciones de una sociedad purapintista donde la sexualidad no escapa de la espontaneidad, el clericalismo necesita de formalidades, la visión de civilización y barbarie sigue fresca, y la corrupción es frecuente entre la burguesía.

Buñuel identifica a la burguesía a aquellos que hoy no encuentra su papel en la sociedad y escapan en el disfrute de los placeres modernos. Muy parecido a su vida. Frecuentemente, son ridiculizados los sacerdotes como cómplice de la burguesía para examinar las conductas de los demás. ¿Quiénes son? ¿La burguesía? Pues según Buñuel, todos aquellos que continúan viviendo según los dogmas del liberalismo, obispos y militares como aliados.

Como los demás temas del surrealismo, quién entiende a la burguesía. La infidelidad es abordada con descaro, aceptada como una práctica de los de arriba. Reírse de los pobres, aceptable también. Desde la manera en como te tomas un trago, el burgués está atado a norma de comportamiento que pocas veces se es constante. De ahí que la trama inicia con el deseo de cenar juntos, pero los acontecimientos propios de la complejidad burguesa, algunos reales, otros productos de la imaginación, impiden cumplir el cometido.

Aunque a Buñuel le desagradaba la idea de que esta película era una feroz crítica de la burguesía, en eso se ha constituido. Debido al trasfondo que incluye el título. Al respecto dijo parecerle que con este título la película adquiría otra forma y casi otro fondo. Se la miraba de forma distinta a como la concibió (Buñuel, 1982). Pero en sí, una vez lanzada al mundo, la película fue un éxito y hasta ganó un óscar como mejor película extranjera de 1972.

Contradicciones mostró en la sociedad, pero en él era aún más. Buñuel, quien había sorprendido al espíritu de los surrealistas, frecuente revolucionario, a sus setenta y dos años había aprendido a vivir cómodamente entre sus contradicciones.


Byron Antonio Delgado Rocha

martes, 25 de agosto de 2009

De cera

Cierta mancha en el agua que te observa, una ráfaga, un alud, un sonido que se inmiscuye en la vida y que a su vez implica pasos, eternidad, laberinto, fuga o árbol cuyas ramas afloran en la mente dejando lugar a los clavos de tu rostro. De unas venas arraigadas de cabellos cuyos cuerpos desembocan en pequeños trozos de sombras. Y nuevamente el brillo, el opaco, el instrumento, el caminar inconstante de paredes, el conocimiento predilecto, los rasgos y el desprecio. Contraste y secuencia. Camino innato y simulado por tus brazos que se desprenden a cada golpe de palabras y espirales de masa seca. Hojas en hielo con las que te mojas las palmas y das muerte a tu boca tras dejar plantada en diminutas secuelas, espinas y papeles metalúrgicos. Recordás tu presencia, tu nada, tu borde, el inquieto deslumbre y la satisfacción al observar por medio de una ventana entreabierta la magnitud de tu cielo, mientras pasás bajo los arcos inmensos que te envuelven en vértices y cartas. El margen desaparece poco a poco, reflejo a reflejo, como imagen transfigurada y oculta del marfil y el cristal medidos meticulosamente en ciertos ojos y en su mirada de neblina y cera.

Luigi Esposito Jerez

sábado, 22 de agosto de 2009

El pasillo


Una simple alfombra pigmentada, sonando poco a poco en un intento pretensioso de imitar la realidad. La noche se dispersa y el pequeño órgano se extiende en pensamientos inusualmente desaparecidos. No logra despertar luego del inevitable delirio que le provoca una escasa silueta en el río de la salvación, de la ofuscada segmentación que de él se libera. Un ligero corte, un espacio que cada vez avanza como espectro retardado en su etiqueta, un rostro fermentado por los diminutos bordes de tus dedos, un océano de líneas, un infinito de hierbas que te oscurecen al más mínimo roce, cierta corriente que forma tus gestos, mi boca. Detalles inherentes de localidades inmediatas y certeza rítmica. Camina un poco. El pasillo se adelanta. La leve luminosidad desaparece en una explosión de bosque, de metal, de diferencia y elocuencia sesgada. Con un suave movimiento inclina los brazos y recuerda interminables plataformas que se desbordan en un mundo de mucosa y manchas intermitentes. Tus manos toman forma, se dividen y dividen consigo los remanentes de mis ojos, ahora partes de una frontera inmaculada.

Luigi Esposito Jerez

La pintura es obra de Max Ernst, (Nadador ciego: efectos de un contacto, 1934)

domingo, 2 de agosto de 2009

LA BLOGÓSFERA, UN ÍNDICE DE LA OPINIÓN PÚBLICA

Hasta hoy con la introducción de las nuevas tecnologías informativas (proceso que data en Nicaragua más o menos de finales de los años noventa y principios del nuevo milenio) se ha incorporado al debate público, incluido los culturales, la herramienta del blogs como diario o códice de nuestra sociedad. Es una virtud de estos sistemas el método globalizante de sus técnicas, aunque no todos tenemos acceso al internet. Digo esto, en el sentido de su masividad y compartición con todo el mundo on line. Hoy en día podemos colgar nuestras opiniones y ser vistas desde Vancouver hasta Córdoba.
La Universidad Centroamericana a través de su facultad de Humanidades y Comunicación, consciente de estas nuevas tendencias de relaciones sociales, no puede dejar de percibir la necesidad de la inmersión de sus estudiantes a estos campos de la comunidad humana. Realizó el primer encuentro centroamericano de blogs, pero como siempre, y es donde se demuestra nuestra madurez crítica, caemos en el debate político como prioridad de las conciencias.
Dicho lo anterior es necesario decir que las relaciones políticas entre nuestros pensantes equivalen al peso en agua sobre los canales de comunicación digital. Somos un pueblo político, a pesar de que mostremos tímidas aristas culturales y económicas.
En el encuentro también se tomaron en cuenta otros aspectos como la utilidad en el campo cultural, desde la publicación parcial de una obra (novelas, cuentos, etc) hasta la promoción de autores como en el caso de nuestro ilustre Sergio Ramírez, que muy pocos pusieron atención.
Todo lo que produce el hombre puede ser usufructuado, dice el adagio de los tecnócratas modernos, sin embargo sin caer en morbos económicos, se puede concebir la idea del servicio remunerado por el esfuerzo, una iniciativa de jóvenes salvadoreños que veían al blogs para un periódico digital. Su costo económico es rentable y bajísimo, pero su cuantía para el desarrollo de la emisión de juicios en la sociedad puede ser invaluable como herramienta de transferencia cultural.
No sé hasta donde puede llevarnos la exhibición de las críticas, pero no hay necesidad de lupa donde la luz de la crítica está presente. Como en toda sociedad democrática – tema muy de moda en estos tiempos – la expresión de nuestras opiniones debe ser atributo de bandera de lucha de nuestra época.

Byron Delgado

miércoles, 29 de julio de 2009

Los mundos


Una vieja que mira al cielo, que se distrae en cada paso de un incomprensible entendimiento en la pequeña Jauja que la encierra, miniatura tras miniatura se esconde y se separa, se realiza, se insita a una melancolía memorable de las tardes, de las mañanas, y de las pequeñas rocas que te disparan una vez recuperada la sastrería de su piel. No logra manipular un simple pensamiento, una simple dirección que pide con inmundicia, una palabra, solo una que se desvanezca al sentirse rozada. Tras cada uno de sus pasos ve necesario recuperar la silueta que la detiene y que la encuentra en un momento indeterminado, y como suspiro se abstrae vociferando dentro de frascos y colmenas líneas sin formas que componen diminutos mundos. Anonimato total. Tan solo una minúscula empuñadura que sostenga sus cimientos luego de ingresar a un punto libre; Simple espada que se atraviesa en la totalidad de lo absoluto sin negarse a nada, sin hacer miramientos en imperfecciones humanas, en pliegues vitales que se necesitan unos a otros para vivir siempre una continuidad finita e irrisoria, constante e ideada, rodeada por angostos muros sin fundamentos que recogen la simpleza de un vistazo al extremo de la calle. La vieja habla consigo misma, y respira esperando algún barco que se siente y descanse.
Luigi Esposito Jerez. 29 de julio del 2009

La pintura es obra de
Wassily Kandinsky (Transverse Line, 1923)

lunes, 29 de junio de 2009

lunes, 20 de abril de 2009

Alternancia

-Árbol habló en patio, dijo poco según herrero

-Permítame hablar roca antípoda del sol, el barco ha volado sin anclas a vapor.
-Puerta que saca alas corta monte descuidado
-Rana amarilla escupe y siembra sol. También defeca estrellas que dan calor.
-Rima se tira desde techo y saluda de suelo a peatón.
-Matarile al maricón mexicano matón, salta migra salta, tengo balas de cartón.
-Pero imagina solución, tierra suave y hoja.
-Entierra dinosaurio, crece planta de diamante.
-Sólo si arena agua suelta mesa de presión.
-Toma petróleo azul y vete enamorado de pájaros ahogados
-Reloj irritado celebrará dia mundial. Ornitorrinco en paz con sombra.
-Si le ponen vaselina, pampers usará mientras peluca burlona baila cumbia a su alrededor.
-Pata luz simula.
-Oh hermano dónde estás canta carro abandonado. Perro orina en su rin y queda devastado.
-Rima ve peatón, no levanta mucho pero saluda.
-Insecto muerde cola de lagarto. Incesto declara pata quemada. Muere rima aplastada.
-Cucaracha ve desastre y descansa en tijera.
-Témpano de hielo mata campana rebelde. Solitario se siente espera barco.
-Fruta alegre muerde tecla.
-Vestido se rebela. En interiores andan todos.
-Lámpara se niega, nada podremos hacer al respecto.
-Desenchufla el enchufle mueren penas en licor
-Foto se la toma en mar.
-Pero revela fotos en diario, salen con tinte amarillo.
-Camino se mueve en tiempo y negocia.
-Recuerda cuentos de antaño. Hansel y Gretel mueren de diabetes.


Esto es una conversación entre William Weaver-Méndez (www.clockworkstanley.blogspot.com) y Luigi Esposito Jerez

lunes, 30 de marzo de 2009

Si no puedo decir mi gran vulgaridad, de qué me río

si no puedo gritar a quien me desprecia, a cuánto me vendo

y patear a los desconocidos

azotar a los indiferentes

apalear con púas y pinos a los que no me dan la vista

ah, y recostar contra el paredón a quienes me han ofendido.


El aislamiento crece cada día

las probabilidades de sacar la cabeza en medio del lodazal se desvanecen

¿de qué otra tengo pues

que dejar bastante clara y fétida mi gran vulgaridad solitaria?


No me reduciría yo a menos,

no dejaría de aspirar a más

¿Y, por qué no, ser inminente, llegar más allá de los titulares del firmamento?


Eso o desaparecer,

o hacerles cosquilleos,

o hacerles la tarea que dejaron para después del mediodía,

eso o quemar las escaleras por donde bajarían los medallones del aparente,

eso o hartarme mierda hasta que yo mismo me haya despedido.


Cinco, seis, siete

no huelo a nada.

¿A qué hueles?

Huelo a mi moco atascado que no deja de entrar los olores.

Dicen que huele a miel.

Yo digo que huelo a algo que no puedo percibir.


Quizás por eso ya no me río,

sino que estallo,

me despilfarro y me vuelvo a hacer,

la acribillo en el pensamiento y la vuelvo a encontrar.

Póngame precio.


Debo irme.

Tengo que estudiar.

Sergio X. Palma. Lunes 30 de marzo de 2009.

viernes, 13 de marzo de 2009

De la estupidez y sus cualidades

Entra por uno de los lados una mujer (1), sus vestimentas son sencillas, camina rápidamente, en su mano izquierda trae un libro abierto, el cual lee mientras continúa, en la otra una taza llena de café caliente, no mira hacia delante y su vista está totalmente concentrada en la lectura. Por el otro lado entra un hombre (2), que camina en sentido contrario, se ve una expresión de enojo en su cara, de esas que dan a entender que no sabe lo que hace en el momento, mira fijamente hacia abajo mientras avanza, como si pensara en algo de mucha importancia. Como ninguno de los se da cuenta de lo que tiene delante, chocan al momento de cruzarse, el café de ella se derrama sobre él…

2: ¡Juemadre, hombre! ¡Que no te fijas dónde caminas! ¡Que eres estúpida acaso!

1: (Levanta el vaso, cosa que el hombre no hace, no es un caballero, lo queda viendo como extrañada) Disculpa…no fue mi intención. Pero… dos cositas: No soy hombre y tampoco tienes porqué llamarme estúpida.

2: Mira, ¡cállate!

(Lo interrumpe)

1: No te miro, te escucho.

2: (Al verse interrumpido y burlado, aumenta su enojo; de pronto pareciera que su cabeza está a punto de estallar) ¡¿Y tú quién te crees?! Primero me chocas a propósito para llamarme la atención (a parte) ¡la ofrecida ésta! (se dirige nuevamente a ella) y ahora te burlas de mí. ¡Como si yo tuviera tiempo para estas cosas! Sabes algo, pierdes tu tiempo conmigo.

1: (Al contrario de lo que sucedería normalmente, no se molesta, espera a que termine de hablar y responde con una tono de voz completamente calmado) Bueno…el tiempo se pierde sólo si uno así lo quiere, pues en vez de estarme diciendo hombre (a parte) ¡qué típico de los hombres! (a él), estúpida y ofrecida, eso si acaso crees que no te escuché, podríamos tratar como personas normales, hablar de cosas interesantes y con el tiempo formar una linda amistad: ¿no lo crees?

2: (Intentando contraatacar) Mira…(Lo interrumpe)

1: No te miro, te escucho.

2: ¡Oye entonces!

1: Tampoco te oigo, te escucho.

2: ¿Acaso no es lo mismo?

1: (Se pasa el vaso a la mano izquierda, donde también tiene el libro, y, moviendo el dedo índice de un lado a otro, responde) No, no lo es, porque todos los que escuchan oyen pero no todos los que oyen escuchan.

2: (Desconcertado, como un niño ingenuo ante un adulto elocuente) ¿Cómo es eso?

1: Verás: Es como con el accidente que acabamos de tener. La causa es que caminábamos, nos dirigíamos hacia un lugar mas yo, por estar leyendo y tú, como puedo suponer, por estar refunfuñando, no nos dábamos cuenta de ello. Lo hacíamos como si nos hubiesen programado. Lo mismo pasa cuando solamente oímos, pero no escuchamos.

2: (Aún más perdido que antes)………………... ¿Y, qué tiene que ver?

1: (A parte) ¡Es lo peor! Me llama estúpida sin darse cuenta de que él también lo es.

2: No creas que no te oí.

1: (A parte y con un tono desesperado) ¿Lo ven? Es un estúpido. Vuelve a caer en lo mismo. Dijo que me había “oído”, cuando en realidad me había escuchado. (Más desesperada) ¡¿Por qué será que la gente se ha resignado ha ser estúpida?! ¡¿Por qué, Dios mío?! ¡¿Por qué?!

2: ¿Es que ahora hablas contigo misma?

1: (Sin ganas) No, sólo decía que o eres o te comportas como estúpido. Dijiste…que me “oías”. Y ya te dije que el oír se hace involuntariamente, ya estamos programados para ello. Pero el que escucha entiende perfectamente bien lo que le dicen y conforme a esto actúa. (Cambiando repentinamente de tono y cara) Mas a propósito de lo de hablar consigo mismo… ¿te molesta?

2: Sabes algo...

(Lo interrumpe otra vez)

1: Bien, sé una que otra cosa. Pero si no me especificas qué es lo que debo o no saber, no puedo decir si lo sé o no. (Irónica) “¿Sabes?”: Ya te había escuchado ese “¿sabes?” antes, mas no quise decirte nada. Ahora veo que eres más estúpido de lo que creía.

2: (Más humildemente que antes) Tienes razón. No soy muy inteligente que digamos, pero no por eso tienes que decírmelo así.

1: ¡Pobre hombre! ¡No entiende! Quién ha dicho que la estupidez es la falta de inteligencia. ¡Al contrario! Ella es precisamente la que demuestra cuán inteligente eres.

2: No comprendí mucho de lo que dijiste, pero de lo que logré entender es que si soy estúpido, soy inteligente, es decir como tú, pero tú, siendo inteligente, no eres igual de estúpida que yo.

1: (A parte) ¡Ayyyy! ¡Dios mío! Dame un poco de paciencia. Ilumina la cabeza de este hombre. Ahora sé porqué el mundo va como va. (A él, hastiada y molesta) Lo que digo es que para poder ser estúpido primero hay que ser inteligente y, que mientras más inteligente seas, más estúpido puedes llegar a ser. La estupidez no es la falta de inteligencia, es tan sólo una de sus cualidades, una mala administración de ella. Es como la corrupción: Ésta no se da por la falta de gobierno, sino por que éste está, y valga la redundancia, mal gobernado. Y al igual que con ésta, mientras más grande es su estructura, en nuestro caso, el nivel de inteligencia, más amplia y profunda puede darse.

2: (Se queda mudo)

1: (Extrañada) ¿Qué te pasa? ¿Se te acabó la inteligencia?

2: (Sigue mudo y, después de un tiempo) Mira…escucha, quiero decir. Y, por favor, no malinterpretes ni analices científicamente, como ya me has demostrado que puedes hacerlo, lo que estoy a punto de decir. Creo no tener en este momento el humor o la capacidad de entender una palabra de lo que me hablas, pero puedes estar segura de algo: Si también eres así cuando tratas con alguien que no te cae mal, porque, supongo que lo haces por las estupideces que dije acerca de ti, y de paso te pido disculpas, es que estaba un poco enojado, entonces no es necesario ser un científico ni un estudiado para darse cuenta de que abochornas a todo el mundo con esos comentarios fuera de lugar, ¿sabes? Esto es lo único que puedo contestarte. Ahora, me daré la vuelta y me iré. ¡Hasta nunca!

1: (Pone una cara pensativa, y, antes de que él se aleje mucho, lo llama) ¡Hey!

2: ¿Qué quieres ahora? Creo que nuestra conversación terminó.

1: (Sonriente) ¿Quién ha dicho que me caes mal?

2: Nada más y nada menos que tus rebuscadas, cansadas y desesperantes palabras.

1: (No dice nada, la sonrisa se transforma en un ceño fruncido)

2: ¿Qué? ¿Es todo lo que tenías que decirme? Porque, ahora que recuerdo, antes de que mancharas mi ropa con tu café caliente, estaba muy enrabiado. Y recién empiezo a acordarme de qué es lo que me traía así. Entonces, si no te molesta, quiero volver a estar como estaba, y tú también deberías hacer lo mismo. Me voy y espero que donde quiera que vayas, te vaya muy bien, nos vemos.

1: ¡Espera!

2: (Se da la vuelta, espera que ella diga algo, mas está intranquilo, sólo quiere retirarse de allí)

1: Está bien, tienes razón en todo lo que acabas de decir, pero, “¿sabes algo?”: Por más que lo intentemos, será imposible volver a estar como estábamos antes. Déjame explicártelo y, por favor, ten la amabilidad de escuchar esto último antes de retirarte: No podemos regresar a lo mismo, eso ya pasó. Yo venía leyendo, tu pensando en algo desagradable, según pude notar, y chocamos. Entonces aún pidiéndote disculpas, fuiste todo un patán, pues me insultaste sin motivo alguno, incluso llegando a dudar de mi honra. Eso ninguna mujer lo puede perdonar, un hombre hace algo así y es: ¡Hasta nunca!, acompañado por supuesto de una buena bofetada. Sin embargo, no sé porqué, supe que estabas perturbado, tu mente se encontraba fuera de sí, por lo que me resigné a escuchar tus insensateces y luego, quise calmarte, poniéndote como un estúpido, mostrándote lo bajo que habías llegado, eso, aunque no te conociera, ni tuviera idea de si querías simplemente apartarme de tu vista o matarme. Y, contra todo pronóstico, logré mi acometido: sin saber quién eres ni qué es lo quieres, pude tranquilizarte y yo, aunque alejándome de mi lectura, que casi la considero sagrada, me sentí bien al saber que te habías relajado un poco, mas fue como si me cayera un balde de agua fría el que dijeras que querías volver a como estabas.

2: ¿Eso es todo?

1: No, no he terminado. El punto es que por muy poco que haya durado nuestro encuentro y la poca relevancia que aparentemente haya tenido, ha significado algo en nuestras vidas. Pero no me entiendas mal, no hablo de esas locuras obsesivas del amor a primera vista o cosas por el estilo, no. A lo que me refiero es que cuando dos personas, sin importar quiénes sean, se conocen, existe una infinidad de posibles relaciones que pueden darse entre ellas. Y yo, como verás, he llegado a la conclusión de que aún con toda la ira que todavía llevas dentro y de la forma en que me trataste, eres una buena persona.

2: (Espera un tiempo. Se pone triste o más bien alegre, pero sin poder expresarlo y casi con lágrimas en los ojos) Gracias…Nunca antes nadie me había dicho eso.

1: De nada. Y… ¿quién sabe? Tal vez nos volvamos a ver, tal vez no. Pero, no importa, lo mejor es que se lo dejemos al destino, aunque ni yo misma esté segura de su existencia, mas, en caso de que sí exista, entonces él sabrá que hacer. Y ahora, amigo, ahora sí he terminado. Hasta la próxima. (Se da media vuelta y se va por el mismo camino donde la había encontrado)

2: (Él, aún con la mente un poco ofuscada, se dice para sí mismo) Hasta la próxima.

(Y todo se acaba)

Sergio X. Palma. Martes, 11 de abril de 2006. Managua, Nicaragua.

viernes, 13 de febrero de 2009

La Caverna en su boletín, o el boletín que ilumina la Caverna

Con esta entrada, tan suelta, desordenada y dispersa como las demás, ninguna de las cuales se sucede por una secuencia mínimamente lógica, queremos anunciar la pronta aparición (lanzamiento o parto) de un engendro que lleva por título el nombre de nuestro grupo, eso, a falta de inspiración y/o creatividad de los miembros que lo componemos. En fin, los números de dicho boletín estarán disponibles para el público en versión impresa, pero también en formato electrónico, el que podrá ser descargado desde este blog. Saludos a hermanos y hermanas en la fe (o en la falta de fe, que nos es a muchos), y esperamos, como siempre, sus comentarios, sugerencias y contribuciones.

domingo, 8 de febrero de 2009

El giro y su rueda

Él giraba, siempre gozaba de ese constante girar, chocando en cada esquina, y cuidando el paso para no caer en el precipicio derecho, respiraba fuerte, pero con la suavidad suficiente como para no tentar al vacío y así empezar una inevitable atracción. Repelía todo, y contaba con la verdad de no soportar el cese de tanto girar. Pasaba sus días contemplando las cosas inmóviles. Discutía con frecuencia sobre el por qué del girar de las cosas y de los árboles, y siempre le respondían con un escupitajo, pero aún así, su girar nunca se detenía, ni siquiera cuando así lo decidía luego de deliberaciones vacilantes. Tanto tiempo en movimiento. Sufriendo con forzado aplomo la lentitud de su rueda. Cuando moría, cosa que sucedía cada 10 o 12 segundos, únicamente lograba resucitar con la sencillez de alguna que otra hoja que pasase convenientemente por aquellos lugares. El viento poco le ayudaba, se le oía hablar de lo mal cuidada que mantenía a su propia rueda, y continuaba en su discurso, con una enumeración señorial de las tantas situaciones en las que él, amante de los giros, se había encontrado vivo. De pronto lo llamaban, y una luz que gustaba de ofuscar, deslumbraba sus ojos; poco a poco se le notaba en el rostro alguna cicatriz, rellenándose por un velo, y saliendo de aquella amalgama de líquidos corporales, ciertos seres que pretendían aminorar el vaivén del supremo contestaban con un grito aparentemente sordo. Generalmente todos levantaban las manos para recuperar lo antes posible el velo que se había incrustado en aquella hendija de carne, pero poco lograban, y al ver el irrefutable fracaso, concluían acertadamente en ir a caminar y despejar sus girares.

Luigi Esposito Jerez

sábado, 7 de febrero de 2009

¿Existe un Dios?

Bertrand Russell

La pregunta acerca de si existe un Dios se ha decidido sobre muy diferentes campos, por diferentes comunidades y diferentes individuos. La inmensa mayoría de la humanidad acepta la opinión prevaleciente de su propia comunidad. En los tiempos más tempranos de los que tenemos una historia confirmada, todos creían en muchos dioses. Fueron los judíos los primeros que creyeron en uno sólo. El primer mandamiento, cuando estaba reciente, fue muy difícil de obedecer porque los judíos habían creído que Baal y Ashtaroth, Dagon y Moloch, así como el resto, eran dioses reales, pero que eran malvados por haber ayudado a los enemigos de los judíos. El paso desde la creencia de que estos dioses eran malvados hacia la creencia de que no existían fue uno difícil. Hubo un tiempo, principalmente el de Antíoco IV, cuando se hizo un vigoroso intento para helenizar a los judíos. Antíoco decretó que ellos debían comer cerdo, abandonar la circuncisión y tomar baños. La mayoría de los judíos de Jerusalén lo aceptó, pero en el campo la resistencia fue más obstinada y, bajo el liderazgo de los macabeos, los judíos finalmente establecieron su derecho a sus principios y costumbres peculiares. El monoteísmo, que al inicio de la persecución antioquiana había sido el credo de sólo parte de una pequeña nación, fue adoptado por la cristiandad y más tarde por el Islam, para convertirse en dominante a lo largo de todo el mundo ubicado al Oeste de la India. De la India hacia el Este no tuvo éxito: el hinduismo tenía varios dioses; el budismo en su forma primitiva no tenía ninguno; y el confucianismo no tuvo ninguno desde el siglo once en adelante. Pero, si la veracidad de una religión es juzgada por su éxito mundial, el argumento a favor del monoteísmo es muy fuerte, dado que éste poseía los más grandes ejércitos, las más grandes marinas y la mayor acumulación de riquezas. Hoy en día, este argumento se torna menos decisivo. Verdadero es que la amenaza anticristiana de Japón fue derrotada. Pero el cristiano es ahora enfrentado con la amenaza de hordas moscovitas ateas, y no es tan cierto como uno quisiera que las bombas atómicas proveerán un argumento conclusivo a favor del teísmo.

Pero permítasenos abandonar este modo político y geográfico de considerar las religiones, el cual ha sido crecientemente rechazado por la gente pensante desde el tiempo de los antiguos griegos. Desde entonces ha habido hombres que no se contentaron con aceptar pasivamente las opiniones religiosas de sus vecinos, e intentaron considerar lo que la razón y la filosofía tenían que decir acerca de la materia. En las ciudades comerciales de Ionia, donde la filosofía fue inventada, hubo libre-pensadores en el siglo sexto a.C. Comparados con los libre-pensadores modernos, ellos tenían una tarea fácil, porque los dioses del Olimpo, no obstante encantadores para la fantasía poética, difícilmente podían ser defendidos por el uso metafísico de la sola razón. Fueron conocidos popularmente a través del orfismo (al que la cristiandad debe mucho) y, filosóficamente, por Platón, de quien los griegos derivaron un monoteísmo filosófico muy diferente del monoteísmo político y nacionalista de los judíos. Cuando el mundo griego se convirtió a la cristiandad, combinaron el nuevo credo con la metafísica platónica, dando nacimiento a la teología. Los teólogos católicos, desde el tiempo de San Agustín hasta el día de hoy, han creído que la existencia de un Dios podía ser probada mediante la sola razón. Sus argumentos fueron puestos en su forma final por Santo Tomás de Aquino durante el siglo trece. Cuando la filosofía moderna empezó en el siglo diecisiete, Descartes y Leibnitz se apoderaron de los viejos argumentos, algo pulidos, y, gracias largamente a sus esfuerzos, la piedad permaneció intelectualmente respetable. Pero Locke, aunque él mismo un cristiano completamente convencido, minó las bases teóricas de los viejos argumentos, y muchos de sus seguidores, especialmente en Francia, se tornaron ateos. No trataré de explorar en toda su sutileza los argumentos filosóficos sobre la existencia de Dios. Hay, pienso, sólo uno de ellos que aún tiene peso entre los filósofos, y es el argumento de la Primera Causa. Este argumento sostiene que, dado que todo lo que ocurre tiene una causa, debe haber una Primera Causa desde la cual toda la serie -de acontecimientos- comienza. Este argumento sufre, sin embargo, del mismo defecto que aquél del elefante y la tortuga. Se dice (no sé con qué grado de verdad) que un cierto pensador hindú creía que la Tierra descansaba sobre un elefante. Cuando se le preguntó sobre qué descansaba el elefante, replicó que lo hacía sobre una tortuga. Cuando se le preguntó sobre qué descansaba la tortuga, dijo: “Estoy cansado de esto. Supongamos que cambiamos de tema”. Esto ilustra el carácter insatisfactorio del argumento de la Primera Causa. No obstante, ustedes encontrarán en los tratados ultramodernos sobre física, que sostienen que los procesos físicos, seguidos atrás en el tiempo, enseñan que debe haber un inicio súbito, e infieren que esto se debió a la Creación divina. Se abstienen cuidadosamente de intentos para enseñar que esta hipótesis hace los problemas más inteligibles.

Los argumentos escolásticos sobre la existencia de un Ser Supremo son ahora rechazados por la mayoría de los teólogos protestantes a favor de nuevos argumentos que a mi parecer no son, de ninguna manera, un avance. Los argumentos escolásticos fueron esfuerzos genuinos de pensamiento y, si su razonamiento hubiese sido sólido, habrían demostrado la verdad de su conclusión. Los nuevos argumentos, preferidos por los modernistas, son vagos, y los modernistas rechazan con desdén cualquier esfuerzo por hacerlos precisos. Hay un llamado al corazón en oposición con el intelecto. No se sostiene que aquellos que rechazan los nuevos argumentos sean ilógicos, sino que están desprovistos del sentimiento profundo o del sentido moral. Déjesenos, sin embargo, examinar los argumentos modernos y ver si hay algo que ellos realmente prueban.

Uno de los argumentos favoritos es el de la evolución. El mundo una vez no tuvo vida, y cuando la vida empezó, fue un tipo pobre de vida consistente en musgo verde y otras cosas no interesantes. Gradualmente, por el curso de la evolución, se desarrollaron en animales y plantas, y, finalmente, en el HOMBRE. El hombre, según nos aseguran los teólogos, es un ser tan espléndido que puede ser visto como una culminación para la cual las largas edades de niebla y musgo fueron un preludio. Pienso que los teólogos deben haber sido afortunados en sus contactos humanos. No me parece que le hayan dado peso a Hitler o a la Bestia de Belsen. Si la Omnipotencia, con todo el tiempo a su disposición, pensó que valía la pena llegar a estos hombres a través de millones de años de evolución, sólo puedo decir que el gusto moral y estético involucrado es peculiar. Sin embargo, los teólogos sin duda esperan que el futuro curso de la evolución producirá más hombres como ellos y menos hombres como Hitler. Esperemos que así sea. Pero, celebrando esta esperanza, abandonamos el ámbito de la experiencia y tomamos refugio en un optimismo que la historia hasta ahora no favorece.

Existen otras objeciones a este optimismo evolucionario. Tenemos toda la razón para creer que la vida en nuestro planeta no continuará para siempre, de modo que cualquier optimismo basado en el curso de la historia terrestre debe ser temporal y limitado en su alcance. Puede, por supuesto, haber vida en otros lados pero, si la hay, no sabemos nada acerca de ella y no tenemos razón alguna para suponer que guarda mayor semblanza con los virtuosos teólogos que con Hitler. La Tierra es un rincón muy diminuto del Universo. Es un pequeño fragmento del Sistema Solar. El Sistema Solar es un pequeño fragmento dela Vía Láctea. Y la Vía Láctea es un pequeño fragmento de las muchas millones de galaxias reveladas por los telescopios modernos. En este pequeño e insignificante rincón del cosmos se da un breve interludio entre dos largas épocas sin vida. En este breve interludio, hay uno más breve que contiene al hombre. Si el hombre realmente es el propósito del Universo, el prefacio parece un poco largo. Le recuerda a uno de un viejo caballero prosaico que cuenta una interminable anécdota sin interés hasta llegar al punto más bien corto en que termina. No pienso que los teólogos muestren una piedad conforme en hacer tal comparación posible.

Ha sido uno de los defectos de los teólogos de todos los tiempos el sobreestimar la importancia de nuestro planeta. Sin lugar a dudas esto era bastante natural en los días previos a Copérnico, cuando se pensaba que los cielos giraban alrededor de la Tierra. Pero desde Copérnico y más aún desde la exploración moderna de regiones distantes, esta preocupación con la Tierra se ha vuelto algo más bien parroquial. Si el Universo tuvo un Creador, es difícilmente razonable suponer que Él estaba especialmente interesado en nuestro pequeño rincón. Y, si Él no lo estaba, Sus valores deben haber sido diferentes a los nuestros, pues en la inmensa mayoría de las regiones la vida es imposible.

Existe un argumento moralista para creer en Dios que ha sido popularizado por William James. De acuerdo con este argumento, debemos creer en Dios porque, si no, no nos portaremos bien. La primera y mayor objeción a este argumento es que, en su mejor forma, no puede probar que existe un Dios sino solamente que políticos y educadores deberían tratar de hacer a la gente creer que existe uno. Si esto debe ser hecho o no, no es una cuestión teológica sino política. Los argumentos son de la misma índole que aquellos que urgen que a los niños se les enseñe respeto hacia la bandera. Un hombre con un sentimiento religioso genuino no estará satisfecho con la perspectiva de que la creencia en Dios es útil, porque él deseará saber si, de hecho, existe un Dios. Es absurdo discutir si las dos preguntas son la misma. Durante la infancia, la creencia en Papá Noel es útil, pero la gente adulta no piensa que esto pruebe que Papá Noel sea real.

Puesto que no nos preocupa la política, podremos considerar esto una refutación suficiente del argumento moralista, pero probablemente valga la pena seguir más adelante con esto. Es, en primer lugar, muy dudoso que la creencia en Dios tenga todos los efectos morales benéficos que se le atribuyen. Muchos de los mejores hombres conocidos para la historia han sido no-creyentes. John Stuart Mill puede servir como referencia. Y muchos de los peores hombres conocidos para la historia han sido creyentes. De estos hay incontables ejemplos. Quizás Enrique VIII sirva como ejemplo típico.

De cualquier forma que esto sea, es siempre desastroso cuando los gobiernos trabajan para defender opiniones en función de su utilidad en lugar de su veracidad. Así como esto se hace, se vuelve necesario usar la censura para suprimir argumentos adversos, y se cree sabio desalentar el pensamiento entre los jóvenes por miedo a promover “ideas peligrosas”. Cuando tales prácticas erróneas son empleadas en contra de la religión, como lo son en la Rusia soviética, los teólogos se dan cuenta de que son malas, pero siguen siendo malas cuando son empleadas en defensa de lo que los teólogos creen que es bueno. La libertad de pensamiento y el hábito de dar peso a la evidencia son asuntos de mayor trascendencia moral que la creencia en este o aquel dogma teológico. En todos estos terrenos, no se puede sostener que las creencias teológicas deban ser defendidas por su utilidad sin tomar en consideración su veracidad.

Hay una forma más simple e ingenua del mismo argumento, que resulta llamativa a muchos individuos. La gente nos dirá que sin los consuelos de la religión ellos serían intolerablemente infelices. Tan cierto como esto pueda ser, es el argumento de un cobarde. Nadie excepto un cobarde escogería conscientemente vivir en el paraíso de un idiota. Cuando un hombre sospecha de la infidelidad de su esposa, no cree que lo mejor sea cerrar sus ojos ante la evidencia. Y no puedo ver por qué ignorar la evidencia debería ser despreciable en un caso y admirable en el otro. Fuera de este argumento, la importancia de la religión en contribuir a la felicidad individual es muy exagerada. Si se es feliz o infeliz depende de una serie de factores. La mayoría de la gente necesita de buena salud y suficiente comida. Necesitan la buena opinión de su medio social y el afecto de sus cercanos. Necesitan no sólo salud física sino también salud mental. Dadas todas estas cosas, la mayoría de la gente será feliz cualquiera sea su teología. Sin ellas, la mayoría de la gente será infeliz, cualquiera sea su teología. Pensando en la gente que yo conozco, no encuentro que, en promedio, aquellos con creencias religiosas sean más felices que los que no las tienen.

Cuando considero mis propias creencias, me encuentro muy incapaz de discernir algún propósito en el Universo, y todavía más incapaz de querer discernir alguno. Aquellos que imaginan que el curso de la evolución cósmica lleva lentamente a una consumación placentera para el Creador, están lógicamente comprometidos (aunque usualmente fallan en darse cuenta de ello) con el punto de vista de que el Creador no es omnipotente, o, si Él fuese omnipotente, Él podría decretar el fin sin complicarse por los medios. Yo mismo no percibo alguna consumación hacia la que el Universo tienda. Acorde con los físicos, la energía estará gradualmente más dispersamente distribuida, y así como se torne más dispersamente distribuida se tornará menos útil. Gradualmente todo lo que hallamos interesante o placentero, como la vida y la luz, desaparecerá, o por lo menos, eso nos aseguran. El cosmos es como un teatro en el cual una obra es presentada una sola vez, pero, cuando cae el telón, el teatro queda frío y vacío hasta hundirse en ruinas. No quiero aseverar con ninguna positividad que este sea el caso. Eso sería asumir más conocimiento del que poseemos. Sólo digo que eso es lo que resulta probable sobre la presente evidencia. No aseveraré dogmáticamente que no existe un propósito cósmico, pero diré que no hay evidencia a favor de que exista alguno.

Diré además que, si existiera un propósito y este fuera el de un Creador Omnipotente, entonces el Creador, muy lejos de ser amable y amoroso, como se nos dice, debe ser de un grado de perversidad a penas concebible. Un hombre que comete un asesinato es considerado un hombre malo. Una Deidad Omnipotente, si existe alguna, asesina a todos. Un hombre que voluntariamente afligiera a otro con cáncer sería considerado un malvado. Pero el Creador, si Él existe, aflige a muchos miles cada año con esta horrible enfermedad. Un hombre que, teniendo el conocimiento y el poder requerido para hacer a sus hijos buenos, decidiera en cambio hacerlos malos, sería visto con execración. Pero Dios, si Él existe, toma esta decisión en el caso de muchos de Sus hijos. Toda la concepción de un Dios omnipotente del cual resulta impío criticarlo solamente pudo haber brotado bajo despotismos orientales donde los soberanos, a pesar de sus caprichosas crueldades, continuaban disfrutando de la adulación de sus esclavos. Es la psicología apropiada para este fuera de moda sistema político la que sobrevive tardíamente en la teología ortodoxa.

Hay, es cierto, una forma modernista de teísmo, según la cual Dios no es omnipotente, sino que Él hace lo mejor que puede, a pesar de las grandes dificultades. Este punto de vista, aunque es nuevo entre los cristianos, no es nuevo en la historia del pensamiento. Puede, de hecho, ser encontrado en Platón. No creo que este punto de vista pueda probarse falso. Creo que todo lo que se puede decir es que no existe una razón positiva a su favor.

Mucha gente ortodoxa habla como si fuera más bien la obligación de los escépticos refutar los dogmas recibidos en vez de la de los dogmáticos el probarlos. Esto es, por supuesto, un error. Si yo sugiriera que entre Marte y la Tierra existe una tetera china girando alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie sería capaz de refutar mi aseveración si fuera cuidadoso en añadir que la tetera es tan pequeña como para ser revelada aún por nuestros más potentes telescopios. Pero si a continuación añadiera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, es una presunción intolerable de parte la razón humana el ponerlo en duda, muy justamente se pensaría que yo estoy hablando necedades. Si, no obstante, la existencia de tal tetera fuera afirmada en libros antiguos, enseñada como la verdad sagrada cada domingo e infundida en la mente de los niños en la escuela, cualquier vacilación para creer en su existencia se tornaría en una marca de excentricidad y calificaría al escéptico para recibir la atención del psiquiatra, en la edad ilustrada, o del inquisidor, en un tiempo más temprano. Se acostumbra suponer que, si una creencia está ampliamente difundida, debe haber algo razonable acerca de ella. No creo que esto pueda ser sostenido por cualquiera que haya estudiado historia. Prácticamente todas las creencias de los salvajes son absurdas. En las civilizaciones tempranas debe haber a lo más un porciento acerca de lo cual haya algo que decir. En nuestra propia época…Pero en este punto debo ser cuidadoso. Todos sabemos que hay creencias absurdas en la Rusia soviética. Si somos protestantes, sabemos que hay creencias absurdas entre los católicos. Si somos católicos, sabemos que hay creencias absurdas entre los protestantes. Si somos conservadores, nos asombramos por las supersticiones encontradas en el Partido Laborista. Si somos socialistas, nos horrorizamos de la credulidad de los conservadores. No sé, querido lector, cuáles serán tus creencias, pero cualquieras que éstas sean, deberás estar de acuerdo en que nueve décimos de las creencias de nueve décimas partes de la humanidad son totalmente irracionales. Las creencias en cuestión, son, claro está, aquellas que tú no sostienes. No puedo, por tanto, pensar que sea presuntuoso dudar de algo que durante largo tiempo se ha tenido por cierto, especialmente cuando esta opinión ha prevalecido únicamente en ciertas regiones geográficas, como es el caso de todas las opiniones teológicas.

Mi conclusión es que no hay razón para creer en cualquiera de los dogmas de la teología tradicional y, además, que no hay razón para desear que sean reales. El hombre, mientras no sea sujeto de fuerzas naturales, es libre de trabajar su propio destino. La responsabilidad es suya, y también lo es la oportunidad.

El artículo fue elaborado a petición de “Illustrated Magazine” en 1952, pero jamás fue publicado por la misma. Para la presente publicación, tomado de “The Campaign for Philosophical Freedom” (http://www.cfpf.org.uk/articles/religion/br/br_god.html). Traducido del inglés por Sergio Palma, con la colaboración de Carlos Schmidt.