jueves, 11 de diciembre de 2008

El agua y el momento

Recogiendo la incertidumbre de encontrarme con nada, con papel arrugado o con simples trozos de pan anonadados, buscando la amalgama y los restos que dejan sus porcinos implantes. Caminó aún, reconstruyendo en momentos seguros el inquieto ronqueteo de sus pulmones, nada será, y de nuevo el arrugado papel que relaja los horizontes rojizos y verdosos de sus ojos. Respirando, con dificultad, pregunta somnolienta por la calle, levanta la voz, e incluso recuerda por debajo de su cráneo que tanta palabra puede ser de igual forma insegura. No hablaba, no desquitaba el sudor incauto que de pronto se adueñaba de sus zapatos, buscando por el viento, por el sonido impar de todos esos relegados que se sentaban cada semana en bancas y aceras, preguntando, cuestionando y aceptando, y algunos, que en menor medida, se dedicaban a bailar en derredor de alguna sombra que los acogiera. Su cuerpo resplandecía, insípido, dormido, pero con ese brillo que no deslumbraba a nadie. Su rostro mostraba a intervalos equidistantes la magnitud de su fuerza, disparando luciérnagas que navegaban por el umbral hasta llegar por unidades al foco. Memorizaba cantidades de versos, mientras por la calle continuaba caminando, practicaba cada vez más, suspirando por cada mal recuerdo, por cada hoja que no mantuviese su forma, suspirando por alivios y por muertes, por cegueras y rastrillos, y encontrando en cada uno de ellos, soliloquios que desvelaban el inexacto golpeteo de las horas. Y por cada cosa detenía su marcha. Algo lejano, algo que de cerca parecería turbio y ahogado, cosas que perderían su naturaleza al ser expuestas al sol o a la tierra, tantas cosas, tantas y tantas que no responderían preguntas impuestas a las desnudas del camino, y el agua, esa que recorría sus rodillas, que llegaba a sus dedos y que se deslizaba presurosa por las líneas interrumpidas de las avenidas, esquivando piedras, humedeciendo insectos y resucitando creencias perecederas y prejuiciosas. Esa misma que corría entre callejones en busca de un reloj y un rastrillo junto a su dueña.

Luigi Esposito Jerez 11 de Diciembre del 2008

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maje, a ver, cómo te digo esto... Yo sé que le maje de Dios nos la puso difícil con los trabajos y nos metió zancadilla a cada vuelta, pero admirarte vivimos, NO caigas aun en la religión, no renuncies a tu ateísmo, es duro pero no lo hagas...

You can do it Luigi!!!!

Que poético mi hermano...
Cualquiera diría...

Willy Wonka

Axel Ubeda dijo...

bueno.
para que entendas que si me gusta.
Me dice que arrugado y anodado riman, y no me prejuicie por eso, me parecio algo sarameguesquico con algo luigiesco ja, bueno.