lunes, 25 de febrero de 2008

El perro de larga cadena

Era domingo, era tarde, era calor, era verano,
era mi casa donde estaba, soportando el cansancio,
lustraba zapatos bonitos, de lujo, lucidos
en bares, colegios, lugares precisos..

Pensaba,
¿es que acaso pensaba?
no lo sé,
digamos que cavilaba
en el mañana, en el futuro,
que me espera
¿es que acaso me espera?
tampoco lo sé,
digamos que es paciente
a mi llegada
¿llegaré?

¡Ya basta!
Ve al grano,
saca esto de una vez,
di al mundo lo que viste,
en ese instante de sed,
de sopor, de calor,
de un inmenso esplendor,
¡Ya basta!
di todo,
sácalo ya…

En un porche de paredes pintadas de blanco,
estaba yo trabajando, mirando hacia fuera, fue cuando
bajo un roble sembrado hace años y eras,
pasaba este perro de larga cadena, ¡que pena!
no pude esperar ni aguantarme las ganas,
de mirar sus patas tambaleantes, no sanas,
sus ojos sinceros, más secos que el valle
de reyes tan duro, tan lejos, inmenso,
su hocico, que de un lado a otro ondulaba
sin giros, buscando comida, un poco de agua
para seguir vivo
nada más quiere este perro, nada más
es libre y cautivo, no sufre, ha sufrido,
avanza arrastrando esa pena, esas llagas,
esa larga cadena estampada en su cuello
otrora liberto, soberbio, ¡qué bello!

Fue entonces,
contrariando milenios de ciencia,
tratados y libros, más libros, conciencias
forjadas con sangre, con odio,
con sombras y noches,
delirios y bosques,
que el perro de larga cadena
me mira, con ojos, luceros,
mirada encendida,
tranquila, calmada,
centrada, directa, tan fija,
él come un pedazo de pollo
sobrante, fue alimento, fue sopa
de seres pensantes y ahora,
allí tirado, allí al aire,
es la cena, es almuerzo,
y es postre sin nombre
de perros y perras dispersos.

Y me ve, el perro de larga cadena,
me dice:

“Buen hombre, ¿qué haces?, ¿qué escondes?, ¿qué quieres?, ¿y dónde están tus temores y miedos a perros, a canes, a fieles compañeros ya llenos de honores, de tumbas con flores?”

¿Es que hablan los perros sin nombre?

“No yerres, amigo, no soy un delirio producto de tus noches desveladas ni de tu mente extasiada.
Yo tengo un nombre, o lo tuve”

Eres el perro de la larga cadena.

“¡Qué necio eres!”

Perro de la larga cadena, no me mires así, no soy la causa de tus penas, ni tampoco tu fin. Te veo pasar y me compadezco de tu cuello preso en esa carga que te ha puesto algún humano ruin.

“Ruin eres compañero”

¿Compañero?

Sí, eres mi compañero. Si no, no te atreverías a hablarme. Nadie lo hace.

¿Porqué me llamas ruin?

Eres ingenuo. Me ves, no te sorprendes.

Sergio X. Palma. Managua, 2006.

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