viernes, 18 de julio de 2008

MI ÚLTIMO VIAJE A SANTA RITA

Llegamos a Santa Rita en busca de una tregua con el calor de Managua que expulsa a todas las familias fuera de sus casas. No era la primera vez que visitábamos aquella comarca que nos parecía el confín del mundo: pájaros exóticos, ríos con peces dorados y una vegetación que apenas presentía la civilización.

Esta vez encontramos la calle central sin ningún alma, más polvorienta, con un calor que irritaba la garganta y los ojos, producía un efecto visual que distorsionaba nuestra realidad, todo aquello nos confundía en un mar de desconocimiento.

¡Sih!!Sih!- volvimos el rostro hacia una casa con un bajarete a punto de caer y era un hombre flaco y escuálido con la nariz puntiaguda y un sombrero de palma ya desvencijada.

¿A qué vienen?- dijo el esperpento.

Venimos en busca del río- le respondimos con mucha prisa y casi en coro para no seguir hablando con aquella aparición.

Detrás de ese palo de jocote pelón, búsquenlo si todavía existe- dijo riéndose de nosotros a carcajadas.

Fuimos enseguida al río y lo que encontramos fue un lodazal que a duras penas se mantenía. A las orillas solamente quedaban los troncos con heridas de hacha. La atmósfera estaba impregnada con el olor fétido de humano.


Byron Delgado

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