martes, 18 de marzo de 2008

Lamentaciones inútiles


Ya cuando el Sol se ha puesto,
la Luna ha nacido y
un conjunto de cansancios infinitos
luchan por doblegar
la insistencia de una mente terca,
escribo estas letras.

Ya cuando las neuronas
que revolotean todo el día
como pajarillos traviesos
en medio del calor agobiante del verano,
se cansan de pensar, de reír, de sentir,
de leer palabras y frases que solamente
aturden la poca tranquilidad que tengo y
me sacan las lágrimas retenidas por tanto
tiempo en la incesante terquedad de destruir
mis sentimientos, es entonces,
cuando escribo estas letras.

Pero, ¿letras son?
¿O acaso son el simple resultado
del mal que llevo dentro,
de vivir de la fantasía y no de la realidad,
de imaginar un mundo de cortesía mas no el de la crueldad
con el que me levanto cada día
con esas ansias de poeta de caminar, de sonreír,
de mostrar lo feliz que soy y puedo ser?

¿Es que puedo llamar letras
al hecho de contar los turbulentos vaivenes de mi cabeza,
que es mente, corazón e intestino,
mente porque piensa,
corazón porque ama,
intestino porque teme;
es que puedo llamar frases
a las ideas lógicas, ¡digo yo que son lógicas!
que al estar cansado, triste, pobre y perturbado
se acumulan como bolas de nieve,
listas para pasar encima de mi poca inteligencia
y para ser escritas en un papel de ilusiones.

Sí, papel de ilusiones. Porque hasta aquí
llega esta locura mía de vivir de fantasía
y no de realidad.

Es que puedo, entonces, llamar estrofas
a todo este conjunto de lamentaciones
inútiles que una vez que esté en la cama,
se irán de mis adentros para luego regresar
como seres vengativos que aplastan sin piedad
el poco sosiego que ya pude alcanzar?

Como dijo aquel gran hombre encerrado,
que esperaba con paciencia el final,
la esperanza, el futuro, la justicia,
la injusticia, el pecado, la codicia,
libertad y más delicias que da el mundo
sin igual:

¡Que me juzgue el tiempo!
Aunque realmente no lo haya así dicho.
Pero eso no importa…
¡Que me juzgue el tiempo!
Perfecto juez de estos hombres y mujeres
que viven sus vidas sin desear más que el oro,
la comida, un dulce pan, comodidad,
que no pierden su tiempo, sus letras,
sus palabras rebuscadas en lamentaciones inútiles
que los obligo a analizar.

Hombres y mujeres,
entre ellos yo camino,
con humanos yo respiro,
a su lado desatino
en mi afán desesperado
de hallar lo que ellos buscan
mas no encuentran, yo no encuentro,
y…ahora…pienso, ya no me lamento,
y así, digo, antes de dejar abandonadas,
sin dejarlas, estas letras arrancadas de mi
mente extenuada…que me juzgue el tiempo…

Sergio X. Palma. Sábado, 08 de Abril de 2006. Managua, Nicaragua.

La pintura es obra de Francisco de Goya y Lucientes: "El sueño de la razón produce monstruos" (1799)



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